Dejémonos de adoraciones, permitidme decir de antemano que a mi Karl Lagerfeld me cae BASTANTE MAL.
Eso, por supuesto, no quita que reconozca y aplauda su labor al frente de la maison francesa. Pero hoy no quiero hablaros de ese tema, o al menos no exactamente. Telas aparte, cuando alguien tiene tal poder, tal capacidad de manejar teatrillos moderiles, acaba haciendo realidad también unos atrezzos de impresión para crear unos ambientes perfectos en sus presentaciones.
Lo cierto es que prefiero ignorar qué sumas de dinero se manejan cuando nos referimos a todos estos escenarios -e invitados-, porque quizás dejase demasiado en evidencia la frivolidad del circo de la moda saberlo. Aún así he estado echando la vista atrás para recordar las temáticas en las que se ha sumergido en los últimos años al frente de Chanel a la hora de dar vida a sus colecciones, y bueno, que quizás a esto también podríamos llamarlo arte escénico.
El Grand Palais parisino comenzó a construirse en 1897 para albergar la Exposición Universal de 1900 y lleva siendo desde hace años sede de las presentaciones prêt-à-porter de la firma.





